Japonés 日本語
versiones de Takashi Arima



La esfinge de la cuadra// Había una mujer que era una calle,/ una especie de vapor en los días de verano/ y cada noche, como el asfalto,/ nos soltaba de a poco su calor retenido.// Había una mujer que derramaba/ sombra en las esquinas, por la tarde./ Su mirada buscaba el infinito/ y se perdía en la calma del río,/ frente al puerto.// Contra la pared, su lengua/ tenía el filo de un cuchillo/ y no olvidaba cada noche/ dejarnos su calor como la calle.// Había una mujer,/ nos preguntaba cosas.


Teatro Infantil// Un farol circular/ y su cántaro de luz que cae al suelo.// Es de noche y los pájaros se han ido./ Todos creen que volverán.// Las hojas húmedas se amontonan calle abajo./ Si corriera un niño, ahora,/ se notaría en las baldosas sueltas de la vereda.// Adentro, alguien está imitando el cielo:/ ha cosido unas monedas de aluminio/ sobre un modesto paño negro.// En la otra ventana, una luz espesa/ va mezclando las sombras suavemente.// Nadie sabe qué es lo que se ha ido/ pero todos creen que volverá.



La vigilia// Es invierno, el parque/ ha sido amplio y cerrado,/ luego rojo y con el tiempo/ una construcción alta y transparente/ de la tierra.// Recuerdo de sus manos la figura/ y un color intenso de mujer/ que parecía tallada en maderas de metal.// Recuerdo de sus ojos un volcán,/ aquella luz acostumbrada a contenerse,/ y lo que dijo la sombra en mi cabeza:/ estoy aquí: a oscuras en el cielo.// La luna se disuelve en esta copa./ La memoria se diluye.// Parece que no es oro el consuelo./ Parece que todo, al fin, está ocupando su lugar./ Y somos más que dos o tres en este mundo/ los que hoy estamos cerca.// Recuerdo ese puñal que luce/ y vive crudamente a la sombra de Dios./ Es inútil que lo guarde en el pecho/ esta vez, como a una cruz.


Cosas del mundo// Mi padre esperaba que al morir/ no se perdiera lo que sus ojos/ habían visto: gatos viejos,/ tierra fresca del otoño, ese verdín que nace en las campanas/ después de tantos años.// El dolor de metales retorcidos,/ los reflejos de latón que daba el sol/ a la mañana,/ rosas ahogadas lentamente/ en la humedad de los floreros./ Algo quedaría.// Mi padre dijo que al morir/ el mundo no podría detenerse/ porque tantos árboles plantó a su alrededor/ que era como si la tierra girara.// Y de tanto girar/ los árboles del mundo parecían quietos.




La detención// Si los amores amarran, amor,/ me dejo llevar por tu largo peregrinar de río/ aunque me hunda.// Todo empezó a ir más lento, mi caballo/ tenía la cabeza larga y lloraba/ espesamente como los potros de Aquiles.// Después se supo del amor imperdonable,/ de la áspera mujer que me amó/ y me devolvió la risa/ con sus caricias de fieltro.// Esta mañana,/ frente a las ventanas del oeste/ me hice objeto, abandoné/ toda pulsión.// Eras un recuerdo, apenas,/ una imagen/ esperando la dirección de la luz.// Me detuve y tu mano,/ que atraviesa la noche,/ está cayendo aún sobre mi cuerpo.// Hay un sol bajo este foco estéril/ pero aquí no crece nada, ni la sombra./ Cuando es húmedo el viento, como el río,/ tampoco brota el fuego ni aquella lógica materna/ que dice que la sangre/ o la sangre de la sangre/ te ilumina las entrañas.// Me detuve y existo hoy/ como existen los perros/ que no pueden calcular su amor./ Como toda esa gente humilde y feliz,/ con una pala en los ojos/ y la mirada perdida,/ enterrando a sus muertos en el cielo.



Peces del aire/ pura sed// Los caminos al desierto y los ríos al mar:/ así vemos pasar la vida./ El resto es andar y no quedarse,/ que el polvo puede ser el agua/ y las estatuas se hunden.// Solíamos ir a la montaña a pescar/ unas piedras grises, los peces/ que daban su color al río y después/ se morían bajo el peso tibio del aire.// En el país del aire/ pasaba y pasaba el polvo./ Nadie decía nada./ El viento estuvo muchos años/ secando nuestras bocas junto/ a una fuente oxidada.// Solíamos traer esas piedras grises/ pero nadie decía nada./ Sin agua en la boca, la lengua/ se había muerto como un pez.// Se había muerto como un pez/ la lengua, y daba luz.


Las rejas// El hombre que duerme sueña/ una luz: una voz que lo saca/ de las tinieblas y del silencio,/ y mezcla su corazón de ceniza con el viento.// El hombre que sueña ve/ y oye el agua que entrelaza/ las colinas y recobra las honduras.// El hombre que ve y oye mueve/ el mundo con los brazos/ como loco trapacero contra molinos gigantes.// El hombre que se mueve ya está muerto.// Y el muerto despierta/ con su pobre fantasía tras las rejas.

Nocturno// Hija mía,/ si estás atenta/ podrás oír el paso/ de la luna en las noches secas.// Un surco, el roce/ de la escritura sobre este papel,/ un crujir de maderas,/ un oscuro mueble que apenas soporta/ el peso de la luz.// (a Elisa)

Pájaro Pequeño// La he visto llegar/ desde el fondo de la luz/ y mover cientos de veces los brazos/ en un segundo./ Y así como cambia de color la lluvia/ contra el sol/ buscó mi sombra con su boca,/ y aleteó más rápido/ hasta desaparecer.// Yo no sé de néctares.// Yo no sé de la amargura.


La oscuridad visible// Brazos abiertos, ojos cerrados./ Que nadie huya de la luz.// Si los poemas son las cosas,/ la sangre puede ser un pez bajo la piel./ Sientan, por favor, el agua/ helada por el viento en las mejillas.// Hagamos un puente./ Tal vez mañana un río/ corra por debajo y las sombras/ se caigan al agua cuando pasen los autos/ como en San Francisco,/ y los pájaros triunfen sobre el aire,/ y abajo los pilares se muevan en la oscuridad.// Ya lo verán: la gente sueña,/ el río corre, el pez nada.


Pájaro Pequeño// La he visto llegar/ desde el fondo de la luz/ y mover cientos de veces los brazos/ en un segundo./ Y así como cambia de color la lluvia/ contra el sol/ buscó mi sombra con su boca,/ y aleteó más rápido/ hasta desaparecer.// Yo no sé de néctares.// Yo no sé de la amargura.

