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Semanario Noticias & Protagonistas (mayo de 2002) - 

 

 

La faz errante

 

por Juan Pablo Neyret

 

 

Nacido en Dolores y radicado en Santiago de Chile, Daniel Calabrese es sin embargo un poeta marplatense, ya que en esta ciudad vivió, creó y creció. Desde aquí un intento de acercarse a su persona (íntima) y a su obra (pública).

 

Como escribió Cortázar, nunca se sabrá cómo hay que contar esto, por dónde hay que empezar, si esto tuviera un comienzo. Quizás sean muchos inicios y entonces, nuevamente, por cuál de todos ellos empezar. Mejor dejar, pues, que el mismo sujeto de la enunciación, el mismo cuerpo que habla por las manos, se presente:

 

Técnica del autorretrato (primer comienzo)

 

Fui construido en el 62.

Me sacaron bruscamente del cielo.

No de un cielo que después

sobrevolaron las gaviotas carroñeras.

No de un cielo blanco donde se pudre

la luz amarilla de una lámpara.

No de un cielo para que se revuelvan los aviones.

Me sacaron y tengo que decir quién soy.

 

Fui construido en el 62.

Las vueltas que dio el metal en cada reja.

Las que dio la sangre enterrada en este cuerpo.

Unos pocos se atrevieron a volver

al cielo más profundo (en esta época).

¿Has visto que la mayoría no se levanta

del cielo bajo, del que baña el horizonte?

 

Me sacarán bruscamente de la tierra.

De la tierra sobrevolada, revuelta.

Y tendré que volver a decir quién soy.

 

Elisa (segundo comienzo)

 

Daniel Calabrese es músico, poeta y editor. Tocó con la Bristol Jazz Band, cuyo representante era el inefable Cacho Giliberto (“escuchá la tuba, escuchá la tuba”). Está casado hace quince años con la actriz, poeta y editora Eleonora Finkelstein, “el león” que “ora” en silencio en uno de sus textos. Juntos, tienen una hija de nueve años. Sin ser parientes, a fines de los ochenta Daniel Calabrese conoció a la doctora Elisa Calabrese, crítica literaria, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Sin ser parientes, algo que ambos comparten es el sentido del humor. Sexto sentido que fue llevado a su máxima expresión por él cuando bautizó a su criatura como Elisa. Ahora es el padre de Elisa Calabrese.

 

Escritura en un ladrillo (tercer comienzo)

 

¿Qué hemos escrito que lo cambie todo?

 

Hemos puesto los navíos

a agitarse en el océano,

y eran las luces el agua,

el sol aquella piedra con metal.

 

En ese barco bebía un capitán

la espuma silenciosa de las horas,

y, tal vez, llegaba tarde el sueño cada noche.

 

Hemos dicho que la dársena

escondía una sirena

entre hierros carcomidos por la sal,

pensamos en el frío,

en la luna desgarrada por las grúas.

¿Creamos los fantasmas de humedad en la pared?

 

Es cierto, el cielo ha sido bestial

este año con los ciegos y ambulantes,

pero ¿qué hemos escrito que lo cambie todo?

 

El poeta en la cocina (cuarto comienzo)

 

En Mar del Plata, Daniel Calabrese escribía en todas partes, en la librería donde trabajaba o en la feria del libro que organizó en el Torreón del Monje el verano de 1988, y corregía y ordenaba sus poemas en la cocina de una casa de la calle Maipú entre Dorrego y Guido, a cincuenta metros de la plaza más hermosa de la ciudad. Allí se encontraban parquero y poeta (en minúsculas y sin artículo), dos de sus personajes de entonces, el segundo que “convoca morfología, sintaxis y semántica” en su “máquina de picar palabras” para “salpicar trocitos de belleza eterna cada vez” (citamos de memoria). Allí nace su primer libro, La faz errante (1989), de furiosa tapa roja y páginas que tributan a sus admirados Gelman y Boccanera, quien ahora escribió un artículo sobre su poesía en la revista La Guacha. Por “La Fase rante” (como la llamaba uno de sus amigos) ganó el Premio Alfonsina, dotado con una estatuilla y cero pesos. Y qué le iba a hacer, siguió escribiendo: Futura ceniza (Barcelona, 1994), Escritura en un ladrillo (bilingüe castellano-japonés, Kyoto, 1996), Day runs and other poems (bilingüe inglés-castellano, 1977) y Oxidario (2001). Este obtuvo uno de los premios del Fondo Nacional de las Artes del cual, destino esquivo, solo cobró la mitad antes del estallido. Sus poemas se estudian en la Universidad  de Berkeley y han recibido críticas elogiosas del gran escritor chileno Raúl Zurita. Es editor de la casa RIL y fundador y director de la revista de poesía Ærea.

 

Apogeo (quinto comienzo)

 

Fundaría Roma.

Fundaría Nínive en la mesopotamia

que encierran sus piernas.

 

Ella y un eclipse

que le oscurecerá la espalda

de un momento a otro.

Ella y la lejana Antares

brillando en el Pacífico.

Su elegía es un sueño antiguo

donde moran las aves que han cruzado la guerra.

Ella una promesa de rocas amarillas

que traen el rumor de un cielo sordo.

Puede uno a la luz de su lámpara

pedir la gloria o la tempestad.

 

A Ella no

Ya no la veré

Ya no la veré

con su alegría reconstituida / más.

 

Dolores (sexto comienzo)

 

Daniel Calabrese nació en Dolores, Provincia de Buenos Aires, y no dejó de ser dolorense ni aún para ser marplatense. Allí tenía un amigo al que juzgaba mejor poeta. Un día, quien escribe estas líneas –porque alguien tiene que escribirlas– trabajaba en un diario e inventó una entrevista solo para estar cerca de Inés Estévez. Lo logró. Ella le contó, entonces, de un novio que tuvo a los dieciséis años, cuando vivía en su Dolores natal, un novio que escribía y se escribía con Julio Cortázar, a quien ella consideraba un “tío lejano”. Conocedor de la obra de ese muchacho, quien escribe estas líneas le preguntó si no era el que una vez le había mandado a Julio un cuento que empezaba “Cortázar, ¿por qué no se pega un tiro?”. Entonces, ella, más que sorprendida, espantada, preguntó: “¿Lo conocés a Daniel Oronó?”, el amigo de Daniel Calabrese.

 

La oscuridad visible (séptimo comienzo)

 

Los brazos abiertos, los ojos cerrados.

Que nadie huya de la luz.

 

Si los poemas son las cosas,

la sangre puede ser un pez bajo la piel.

Sientan, por favor, el agua

helada por el viento en las mejillas.

 

Hagamos un puente.

Tal vez mañana un río

corra por debajo y las sombras

se caigan al agua cuando pasen los autos

como en San Francisco,

y los pájaros triunfen sobre el aire,

y los pilares se muevan en la oscuridad.

 

Ya lo verán: la gente sueña,

el río corre, el pez nada.

 

Contradefinición de poesía (final, último comienzo)

 

“Espero de la poesía que viene el inicio del camino (o retorno) hacia una poesía pura, diferente de la verdad, de la moral y de la ciencia. Espero que la poesía que entró y murió en las academias se regenere lejos de las definiciones científicas. Un diamante sólo se puede cortar con otro diamante. La poesía, se ha demostrado, es demasiado resistente al filo de los críticos” (D.C.).

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